«Si un jugador no juega nunca y lo necesitas en un partido, no podrá estar bien», es uno de los argumentos a favor de las rotaciones en el fútbol. Es el mismo discurso que se le ha oído a Luis Enrique desde que aterrizó en el Camp Nou, y que ha cogido bastante especialmente los últimos meses con el debate sobre los descansos del tridente del Barça (Messi, Suárez y Neymar) y el valor del cuarto delantero.
Desde el verano, las miradas se han centrado únicamente en Leo Messi y Cristiano Ronaldo, sobre todo por el desgaste que habían acumulado con sus selecciones. El portugués, campeón de la Eurocopa, no pudo completar la final por una lesión en la rodilla que le hizo perderse también la Supercopa de Europa y toda la pretemporada con el Madrid, mientras que el de Rosario encendió las alarmas en Argentina al renunciar a jugar con la albiceleste, destrozado moralmente por la enésima final perdida a la Copa América, esta vez ante Chile. ¿Pero dos jugadores de categoría mundial, que se han acostumbrado a jugar todos los minutos de todos los partidos de todas las temporadas desde hace más de una década, serán capaces de aceptar las rotaciones? ¿Asumirán que no son intocables?
Lo malo de ser los mejores
Es la pregunta del millón y el principal punto de conflicto en la gestión de vestuario de los técnicos, o al menos de puertas afuera. Porque, depende de cómo se juegue con las estadísticas de la trayectoria de los dos cracks, se pueden añadir argumentos en un lado de la balanza o en el otro.
Hay una cosa clara: tanto Messi como Cristiano han demostrado que son capaces de rendir al máximo nivel asumiendo todo el protagonismo en más de 60 partidos por año (50 o 51 con el club, más una media de diez más con su selección). Es decir, jugando más de 5.200 minutos en el caso del portugués y más de 5.500 en el caso del argentino (unos 10-15 partidos más que los que acostumbran a asumir la mayoría de futbolistas de élite). Y lo hacen sin que su rendimiento se vea afectado y sin dejar de acumular récords goleadores y títulos. Al fin y al cabo, se han ido repartiendo los últimos trofeos de la Pelota de Oro de la FIFA desde el año 2007.
Es a partir del año siguiente que se vive el gran punto de inflexión, cuando los dos logran la madurez que los hace imprescindibles para sus equipos. El verano del 2009 Cristiano cambia Manchester por Madrid y le multiplican los minutos. De una media de 75 por partido pasa a 86. Es decir, a jugar prácticamente cada jornada. De media, entre sanciones y lesiones, Cristiano sólo se ha perdido 4,4 partidos al año desde que abandonó Lisboa.